Por Diana Tussie
El pasado 9 de octubre desde el campo de la Economía Política Internacional perdimos a una gran figura. Robert Cox (1926-2018) se definió a sí mismo como el extranjero universal en la autobiografía que publicó en 2014. En ella reconoce que la Guerra Fría y el desafío del desarrollo del Tercer Mundo fueron su marco de oportunidad intelectual. Su carrera profesional se había iniciado en 1947 en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) apenas despuntaba el orden internacional de posguerra, la proliferación de organismos internacionales que lo consolidó y el proceso de descolonización de Asia, África y el Caribe. Desde la OIT acompañó con optimismo el proceso de expansión y profundización de políticas de empleo.
Veinte años después sus creencias fueron sacudidas al promediar el año 1968, cuando las grandes marchas contra la guerra de Vietnam agitaban a Estados Unidos, la Unión Soviética invadía Checoslovaquia y los movimientos obrero-estudiantiles agitaban a Europa y América Latina. Fue un momento sin retorno en el que se cuestionó, según sus propias palabras, “de qué lado de la barricada estaba” y lo llevó a renunciar a su cómodo puesto de funcionario internacional para abrazar la carrera académica. Su paso por la OIT fue la materia prima para sus teorizaciones posteriores, transformando su experiencia práctica en contribuciones teóricas innovadoras. En Labor and Hegemony de 1977 analiza descarnadamente cómo la hegemonía de Estados Unidos obstaculiza la adopción de programas genuinos de creación de empleo para reducir la marginalidad y la pobreza. Con este trabajo introduce y desarrolla el concepto gramsciano de hegemonía en directa confrontación con la connotación dominante en Relaciones Internacionales proveniente del realismo y la llamada teoría de la estabilidad hegemónica, cuyas premisas sobre la necesidad de hegemonía (y por supuesto de sus beneficios) quedan expuestos como una mera codificación ideológica de políticas de poder de Estados Unidos. En contraste, la hegemonía según Cox, es la existencia de un orden basado en la dominación que no se percibe como tal en tanto está codificada en la moral, las creencias, la cultura y el sentido común.
Robert Cox amalgamó las Relaciones Internacionales recibidas (con su fijación sobre idealismo versus realismo) con la Economía Política Internacional. Sin recurrir a jergas esotéricas como el término “intermestico” para referirse a niveles de análisis (siempre vinculados), su enfoque neogramsciano ofrece una caja de dispositivos intelectuales para el análisis de la estructura económica y la acción política. Cox se apoyó en Braudel, Marx, Gramsci y Polanyi. Emparentándose con la Teoría de la dependencia puso en el centro del análisis las desigualdades y las clases sociales incorporando el aparato ideológico, moral y cultural en la construcción hegemónica del orden internacional.
Mi incursión en sus trabajos se inició en sentido más práctico (“resolutivo de problemas” en el lenguaje coxiano) , mientras desarrollaba mi tesis doctoral en la London School of Economics(LSE) y sudaba tratando de aprehender la lógica interna del proceso negociador del entonces GATT , predecesor de la Organización Mundial de Comercio. Cox había dirigido una investigación, The Anatomy of Influence, desentrañando el proceso de toma de decisiones en organismos internacionales. El estudio de caso del GATT me abrió una ventana para entender el proceso de ese entonces. En 1980 desde Millennium: Journal of International Studies, que se producía (y produce) por los estudiantes de Relaciones Internacionales de LSE junto con mis compañeras y compañeros de entonces, sin demasiada conciencia de qué teníamos entre manos, obtuvimos el privilegio de editar y publicar su canónico Social Forces , States and World Order . El artículo fue enormemente influyente porque fue escrito como un ataque al Neorrealismo (Kenneth Waltz había publicado su magnus opera el año anterior), expuesto por Cox como una teoría parcial que define al Estado excluyendo las dimensiones económicas y otras relaciones sociales. Al afirmar que estudia la realidad empírica, el Neorrealismo está, de hecho, construyendo activamente la realidad a lo largo del eje de la dominación. Fue la primera gran contribución en la llamada Teoría crítica, que para Cox era la producción de conocimiento al servicio de los débiles.
Al reseñar su obra, Susan Strange, amiga y gran admiradora de Cox, lo calificó como una persona ecléctica, solitaria, fugitiva de los campos intelectuales dominantes tanto marxistas como liberales. En América Latina fue tardíamente conocido dada la preponderancia de los debates recurrentes realismo vs. idealismo. Al día de hoy son pocos sus trabajos traducidos. Su concepto de internacionalización del Estado no ha cobrado el vuelo que merece. Estuvo en Buenos Aires en 1991 en el Congreso de IPSA, la Asociación Internacional de Ciencia Política, cuando los que estuvimos en ese panel escuchamos su ponencia sobre Multilateralismo y Orden Mundial poniendo en el centro de la escena los conceptos gramscianos cuando el foco de la disciplina en Argentina estaba centrado en los debates de la política exterior. Compartí con Cox el sentido homenaje que LSE le hiciera a nuestra querida Susan Strange en 1999.
Robert W. Cox afirmaba que la teorización dominante en la disciplina de Relaciones Internacionales invisibiliza tanto las fuerzas sociales que sostienen el status quo como las fuerzas del cambio. Desde su perspectiva, la fijación neorrealista en torno a la existencia de una estructura anárquica que determina el comportamiento y la interrelación entre los actores, principalmente entre los Estados, prefigura un pensamiento incapaz de comprender y/o siquiera mirar el cambio, circunscribiéndolo tan sólo a la propia dinámica de desarrollo dentro de la misma estructura. Según nos señalaba Cox en una famosa cita , “Theory is always and for someone and some purpose”. La teoría es siempre para alguien y para un propósito. Las teorías miran al mundo desde posiciones sociales y políticas específicas. Por ello deben examinarse como ideologías y desenmascarar su perspectiva oculta. En este sentido, a Cox le debemos el inicio de la escuela crítica en versión neogramsciana de las Relaciones Internacionales.