Desafíos y tendencias de las democracias latinoamericanas

por Melisa Deciancio*

La democracia está experimentando un retroceso a nivel mundial, y América Latina no está exenta de esta tendencia. El surgimiento de líderes populistas de derecha exacerba las deficiencias democráticas que se vienen desarrollando en muchos países de la región desde hace décadas. En países marcados por feroces dictaduras militares y violaciones de los derechos humanos, estos cambios no pueden ser ignorados. El último Índice de Democracia publicado por The Economist Intelligence Unit en 2023 muestra que menos del 8% de la población mundial vive en una democracia plena. Esta realidad se refleja en América Latina en democracias defectuosas y regímenes híbridos.

Esto se evidencia en la disminución del respaldo público a los principios democráticos, el aumento de la apatía pública hacia el tipo de régimen, una creciente propensión y disposición a favorecer la gobernanza autoritaria, el deterioro de la eficacia de los gobiernos y la empañada reputación de los partidos políticos. La democracia en numerosos países es precaria, y algunos han abandonado por completo las prácticas democráticas. El año 2024 pondrá fin a un intenso ciclo electoral en los países de la región, configurando el mapa que indica hacia dónde pueden dirigirse la democracia y sus instituciones en los próximos años.

Históricamente, el camino de América Latina hacia la democracia ha estado marcado por una compleja interacción de factores históricos, culturales y socioeconómicos. Tras olas de colonialismo y autoritarismo, la región fue testigo de una oleada de democratización a finales del siglo XX, caracterizada por transiciones de dictaduras militares a gobiernos civiles. Aunque la evolución de la democracia fue irregular, este periodo vio surgir instituciones democráticas, elecciones libres y libertades civiles, marcando una época esperanzadora para la democracia en la región. Desde entonces, ningún país latinoamericano ha mantenido una democracia plena de forma continuada, aunque los últimos 40 años han sido el periodo más largo de gobierno democrático en la mayoría de los países.

La voluntad de establecer nuevos derechos y hacer frente a los continuos conflictos políticos se ha traducido en muchas nuevas constituciones en diversos países. Brasil (1988), Colombia (1991), Argentina (1994), Venezuela (1999), Ecuador (2008) y Bolivia (2009) han promulgado reformas constitucionales en las últimas décadas para incluir y garantizar más derechos. Las

últimas reformas en la región andina otorgaron derechos legales a la naturaleza y a los derechos indígenas. Aunque rechazado en referéndum, el actual intento de reformar la Constitución chilena desde 2019 también refleja esta tendencia.

A pesar de esta trayectoria, la democracia latinoamericana se enfrenta hoy a retos y tendencias que amenazan su estabilidad y progreso. Líderes populistas han ascendido al poder en varios países de la región, canalizando el descontento público y prometiendo soluciones rápidas -y a veces radicales- a problemas estructurales complejos. Aunque en un principio atraen a las poblaciones marginadas, estos líderes a menudo consolidan el poder, socavan las normas democráticas y erosionan los controles y equilibrios institucionales. Esto se refleja en el creciente desinterés e indiferencia de la población hacia el régimen político de su país. Según el Índice Latinobarómetro, el apoyo a la democracia en la región cayó del 63% en 2010 al 48% en 2023, Como resultado, la reciente aparición de líderes de extrema derecha como Nayib Bukele en El Salvador, Jair Bolsonaro en Brasil, José Antonio Kast en Chile, y Javier Milei en Argentina, ponen de relieve esta vulnerabilidad, ya que estas figuras parecen disfrutar de una popularidad significativa a pesar de socavar las instituciones democráticas.

La política de seguridad de Bukele ha resultado exitosa y le ha garantizado el apoyo popular para reformar la Constitución y acceder a la reelección, pero se ha visto empañada por importantes

violaciones de los derechos humanos,prácticas autoritarias y violentas, como la suspensión de las libertades civiles y la detención masiva de presuntos miembros de bandas sin el debido proceso. En Brasil, Jair Bolsonaro perdió las elecciones,pero ha mantenido altos niveles de apoyo popular, lo que hace temer su posible regreso al poder, a pesar de las acusaciones de golpe de Estado y los intentos de abolir el Estado democrático de derecho en 2022. La gobernabilidad de Javier Milei en Argentina sigue siendo incierta, ya que su profundo ajuste económico del gasto público se ha traducido en la mejora de algunos indicadores económicos como las tasas de inflación y el déficit público, pero a un coste social altísimo, lo que lleva a un futuro incierto

Esta tendencia de retroceso autoritario también se ve reforzada por la tendencia de la región a concentrar altos niveles de poder en el poder ejecutivo, coartando a menudo la libertad de prensa y de oposición política, lo que conduce a una regresión democrática y a una reducción del espacio para la disidencia. La democracia se encuentra desde hace tiempo en una situación crítica en Venezuela y Nicaragua, donde tanto Nicolás Maduro como Daniel Ortega se mantienen en el poder mediante prácticas autoritarias, suprimiendo los medios de comunicación y prohibiendo a la oposición concurrir a elecciones libres. Las próximas elecciones en Venezuela, donde el principal candidato de la oposición ha sido ilegalizado, ponen de manifiesto la precaria situación de la democracia.

Además, la encuesta Latinobarómetro 2023 refleja una preocupante aceptación del autoritarismo, con un número creciente de personas que se sienten indiferentes ante el tipo de régimen (Latinobarómetro, 2023. Esto indica un profundo desafío, ya que un segmento creciente de la población ya no prioriza la gobernabilidad democrática y no condena el autoritarismo.

Apoyo a la democracia: ¿Es lo mismo tener un régimen democrático que un régimen no democrático?

Fuente: Latinobarómetro 2023

Al mismo tiempo, el aumento de la violencia, la expansión del crimen organizado y la creciente inseguridad plantean importantes desafíos a la democracia y a las instituciones democráticas. En El Salvador, por ejemplo, los ciudadanos tienden a dar prioridad a su seguridad sobre las prácticas democráticas y, en cierta medida, se muestran dispuestos a sacrificar ciertos derechos a cambio de una mayor intervención del Estado en cuestiones de seguridad. La continua militarización de países como México y Colombia en su lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico aún no ha resuelto los problemas. La reciente elección de México marcó un hito con su primera mujer presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo. Sin embargo, también fue descrita como una transición política extremadamente violenta en la historia del país, con 120 asesinatos políticos, así como numerosos secuestros y desapariciones forzadas. Ecuador ha experimentado una tendencia similar, con el asesinato de líderes políticos en 2023, incluido el candidato presidencial Fernando Villavicencio.

Mientras la democracia se enfrenta a amenazas desde múltiples frentes, en toda la región han estallado disturbios sociales y movimientos de protesta en respuesta a la desigualdad económica, la injusticia social y la corrupción gubernamental. Estos movimientos reflejan frustraciones profundamente arraigadas con las élites políticas y exigen reformas significativas para abordar las desigualdades sistémicas y garantizar una mayor inclusión social. Al mismo tiempo, la corrupción persistente socava la confianza en las instituciones democráticas y obstaculiza el

desarrollo socioeconómico. Esto proporciona un terreno fértil para que los líderes populistas, tanto de izquierdas como de derechas, exacerben la polarización política y la desconfianza pública. Este descontento ha contribuido en gran medida a la aparición de líderes ajenos al sistema político, como empresarios del sector privado -como en los casos de Bukele en El Salvador y Daniel Noboa en Ecuador- y personalidades de la televisión como Javier Milei en Argentina. Los políticos no demostraron responsabilidad a la hora de gastar los fondos públicos, abordar las desigualdades y construir entornos inclusivos o seguros para sus ciudadanos. Tanto Noboa como Milei llegaron al poder aprovechando estas frustraciones y culpando a la intervención del Estado y a los políticos establecidos de los malos resultados económicos, o lo que Milei denominó “el reparto”. EnPanamá, la reciente elección de José Raúl Mulino, visto como una continuación del ex presidente Ricardo Martinelli, procesado por corrupción y blanqueo de dinero, también suscita preocupación.

América Latina sigue siendo una de las regiones más desiguales del mundo, con marcadas disparidades en los ingresos, la educación y el acceso a los servicios esenciales. Abordar estas desigualdades requiere políticas integrales que den prioridad al bienestar social, promuevan el crecimiento económico inclusivo y empoderen a las comunidades marginadas.

A medida que se profundiza en la polarización política, se exacerban las divisiones y se obstaculiza el diálogo constructivo y la cooperación. Para superar la polarización y promover el pluralismo democrático es fundamental superar estas divisiones ideológicas, fomentar procesos políticos integradores y promover una cultura de tolerancia y respeto.

A pesar de sus desafíos, la democracia sigue siendo una aspiración valorada por casi la mitad de los latinoamericanos. El compromiso con la defensa de los derechos humanos, la creencia en las elecciones y la participación política, y los esfuerzos por fomentar sociedades más justas e inclusivas siguen siendo objetivos centrales de las sociedades latinoamericanas. Sin embargo, el apoyo a la democracia ha disminuido en los últimos años. Como tendencia global, los debates internacionales e interregionales sobre la democracia son vitales para producir un conocimiento profundo y promover un comportamiento cooperativo.

*Versión en inglés: https://www.eu-values.eu/blog

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