Coronavirus: un desafío global para un mundo desarticulado

por *
Lic. Tomás Balbino[1]

La llegada del año 2020 trajo consigo la aparición de un tipo de coronavirus novedoso que tiene en vilo a la comunidad internacional. Desde el conocimiento de los primeros casos en diciembre de 2019 en Wuhan, China su expansión ha sido vertiginosa y alarmante, lo cual ha provocado una virtual paralización del mundo.

Al 26 de marzo de 2020 se contabilizaron alrededor de 500.000 casos positivos, más de 22.000 muertes, casi la totalidad de los países del globo con restricciones a la circulación de personas y una economía mundial al borde del colapso. Una pandemia que sorprendió y encontró al mundo desarticulado y sin respuestas.

Este contexto desnuda sendas deficiencias estructurales de nuestro sistema internacional actual, tanto políticas como económicas, que nos obliga a pensarlo y repensarlo. ¿Está el mundo – y sus instituciones- preparado para enfrentar una crisis global de estas magnitudes? ¿Los líderes del mundo están a la altura de las circunstancias? En este artículo intentaremos dar respuesta a este y otros interrogantes.

Tormenta internacional perfecta

En los últimos años hemos sido testigos de un vertiginoso cambio de rumbo en el sistema internacional, que socava y cuestiona las bases fundamentales de la globalización y el andamiaje institucional del orden liberal internacional conformado luego de la Segunda Guerra Mundial. El auge de iniciativas multilaterales en materia comercial, política, social y cultural parece haber llegado a su fin.

Trump, Brexit, Bolsonaro, el fortalecimiento de partidos nacionalistas, el relativo estancamiento económico y el crecimiento de movimientos anti-globalización son el foco de ataques hacia las instituciones internacionales como la ONU, la OMC o la OMS, y las regionales, como la Unión Europea o el MERCOSUR, lo que las sitúa en una posición difícil para su desenvolvimiento eficiente y dinámico frente a un acontecimiento de emergencia mundial.

La ya teorizada transición de poder desde el eje occidental liderado por Estados Unidos, hacia al territorio asiático, con la indiscutida hegemonía de China, no hace más que complejizar el escenario actual y abrir nuevos interrogantes de cara al futuro cercano. ¿La crisis actual acelera el proceso de auge de China como potencia mundial en detrimento de los Estados Unidos? Si nos acercamos a perspectivas realistas y asumimos que estamos frente a un juego de suma cero, podríamos decir que sí.

Se conjuga así la existencia de una tormenta internacional perfecta: auge de liderazgos nacionalistas e irresponsables, una economía ya golpeada que se encamina a sufrir un golpe aún mayor que el de la crisis de 2008, la debilidad de las instituciones internacionales, la disputa cada vez más profunda de las dos superpotencias mundiales y el avance de un virus que amenaza con colapsar los sistemas sanitarios y provocar miles de muertes alrededor del mundo.

Nuestra región no escapa a la tormenta

En la región latinoamericana la tormenta parece configurarse de manera alarmante. A las condiciones estructurales de debilitamiento de las instituciones y los esquemas de cooperación regional, de exposición y fragilidad económica, y de erosión de las instituciones de las democracias nacionales, se suma la impactante irresponsabilidad con la que determinados mandatarios de la región gestionan la crisis provocada por el desarrollo de la pandemia.

Las acciones de Bolsonaro y López Obrador (AMLO) respecto a las medidas de prevención y contención del virus, tanto en Brasil como en México, despiertan las alarmas de la comunidad internacional y fundamentalmente de sus vecinos. Mientras la mayoría de los países profundiza las restricciones a la libre circulación de personas, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Bolsonaro y AMLO, al igual que Trump en Estados Unidos, alientan a sus ciudadanos a salir a la calle y continuar sus tareas cotidianas, en un esfuerzo ilógico por sostener determinados niveles de actividad económica.

La heterogeneidad de las decisiones más trascendentales en materia de salud y prevención, la unilateralidad ejercida al momento de tomar dichas decisiones y las diferentes velocidades en su definición y ejecución, ponen a la región en una alarmante situación respecto a la contención del avance de la pandemia.

Al igual que en el plano internacional, en la región esto se agrava ante la ausencia de instituciones sólidas y legitimadas por los Estados, incapaces de promover una acción coordinada y eficaz.

La historia reciente demuestra que a pesar de ser la región del mundo con mayor cantidad de iniciativas de concertación e integración, en América Latina casi la totalidad de esas experiencia fracasaron y cayeron en la irrelevancia absoluta. Actualmente, la región no cuenta con una mesa de diálogo lo suficientemente legitimada por todos los países para servir al contexto de emergencia.

Dicho esto, desde el inicio de la crisis, los y las Jefes y Jefas de Estado se han encontrado virtualmente en dos espacios: PROSUR, que no cuenta ni con un mínimo grado de institucionalidad ni trayectoria, y el Mercosur, esquema medianamente consolidado de integración económica entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

El 7 de marzo la OMS llamó a todos los países “a continuar los esfuerzos que han sido efectivos en limitar el número de casos y frenar la extensión del virus”[2], el MERCOSUR y el PROSUR llegaban tarde a los acontecimientos.

En primer término, la reunión del Prosur se concretó el 16 de marzo de manera virtual, cuando los presidentes y altos representantes de Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Uruguay y Bolivia suscribieron una declaración conjunta sobre acciones para enfrentar la pandemia del coronavirus[3]. En líneas generales, los principales compromisos asumidos fueron: crear una comisión ad hoc para darle seguimiento al cumplimiento de la declaración; compartir criterios e información para la toma de decisiones; facilitar el retorno de ciudadanos a sus hogares; evitar medidas que afecten circulación de bienes y servicios; intercambiar información sobre experiencias de políticas públicas eficaces de prevención; analizar posibles compras conjuntas de insumos médicos; y coordinar medidas con bancos financieros regionales para enfrentar la crisis económica.

Del mismo modo, el 18 de marzo se realizó la primera reunión virtual de los Jefes de Estado de los cuatro países miembros del MERCOSUR, convocada por la presidencia pro témpore de Paraguay. Para ese momento, los países ya habían tomado medidas de prevención de manera unilateral y a distintas velocidades: restricción al tránsito de personas en algunos países como Argentina y Paraguay, y sólo lavado de manos y otras recomendaciones en Brasil.

La Declaración de Presidentes[4] del MERCOSUR suscrita en esa oportunidad siguió, en líneas generales, los mismos lineamientos y compromisos que los asumidos en el PROSUR: facilitar el retorno de ciudadanos a sus hogares; poner foco en el diseño de políticas coordinadas para ciudades y regiones fronterizas; notificar e informar a cada Estado miembro las medidas a tomar; facilitar la circulación de bienes y servicios entre los países miembros; evaluar una baja de aranceles para productos destinados a la salud; la convocatoria a reuniones periódicas sectoriales entre los gobiernos; y finalmente, convocar a organismos internacionales de créditos para evaluar líneas de acción para enfrentar las consecuencias de la crisis. 

Ahora bien, cabe preguntarnos sobre el alcance y profundidad de estos compromisos. En principio, y a juzgar por el desarrollo vertiginoso de los acontecimientos, los esfuerzos realizados parecen insuficientes y netamente declarativos. Además, surgen muchas dudas respecto a la implementación efectiva de los compromisos, y son varios los elementos que nos llevan a realizar dicha afirmación:

  1. Tanto el MERCOSUR como el PROSUR son instituciones carentes actualmente de la fortaleza necesaria para funcionar efectivamente como instituciones que faciliten la coordinación y concertación de una estrategia común frente a la crisis.
  2. La disputa y conflictos existentes entre los líderes de los países de región dificulta fuertemente el encuentro, la cooperación y coordinación.
  3. Las características de los presidentes de los países más grandes de la región, Brasil y México, que descreen fuertemente de la multilateralidad como herramienta para el desarrollo nacional e inserción internacional.
  4. El propio contexto latinoamericano, que antes de la llegada de la pandemia, ya se encontraba signado por fuertes crisis institucionales y políticas internas en la mayoría de los Estados.
  5. El aún no resuelto problema institucional, político, económico y social de Venezuela, que impacta en la agenda regional.

Queda demostrado que la región no escapa a la situación internacional y que el desarrollo de la pandemia del Coronavirus promete cambiar el mundo.

El frente de batalla es doble: un mundo hiper-globalizado que se convierte en el caldo de cultivo perfecto para el avance del COVID-19; y a la vez, un mundo desarticulado incapaz y sin herramientas para coordinar respuestas y consensuar medidas que enfrenten la crisis sanitaria y económica en curso.

El virus avanza y sus consecuencias también. La necesidad de una acción global y coordinada entre los Estados no puede esperar.  


[1] Licenciado en Relaciones Internacionales (UNICEN), Maestrando en Relaciones Internacionales (FLACSO). Miembro del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).

[2] Ver declaración en: https://www.who.int/es/news-room/detail/07-03-2020-who-statement-on-cases-of-covid-19-surpassing-100-000

[3] Ver declaración en: https://www.gob.pe/institucion/rree/noticias/109167-declaracion-presidencial-de-prosur-sobre-acciones-conjuntas-para-enfrentar-la-pandemia-del-coronavirus

[4] Ver declaración en: https://www.mercosur.int/documento/declaracion-de-los-presidentes-del-mercosur-covid19/

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